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Ya No Estoy Aquí

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Bajo la dirección de Fernando Frías y estelarizada por Juan Daniel García (Ulises), Ya no estoy aquí nos muestra una mexicanidad hasta ahora fuera del imaginario colectivo. Cumbias rebajadas y vallenatos colombianos, cabello largo y teñido; ropa tumbada y, sobre todo, una juventud con inmensas ganas de pertenecer a algún lugar.

 

La subcultura Kolombia, nacida en el norte del país, se remonta a la primera década de los años dosmil, en la que expresiones como la identidad chola ganaron popularidad, mostrando al barrio como una agrupación que funcionaba como manto de alivio y protección en entornos pobres altamente conflictivos. El barrio aquí es una estructura familiar de la que los integrantes obtienen aquello que la sociedad, en constante búsqueda de su estandarización, les ha negado: la validación de sí mismos por ser quienes son.

 

Es aquí donde surge una pregunta clave: ¿por qué existe en México un movimiento llamado Kolombia? Bueno, sucede que los estados del norte han tenido una influencia chicana que, desde el país vecino, les heredó la música de otros inmigrantes latinoamericanos, del mismo modo que llegaron identidades méxico-americanas como los pachucos y cholos.

 

Por otra parte, se habla de una significativa inmigración colombiana a territorio regiomontano a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. O sea, de alguna u otra forma, esta música mucho más cadenciosa que la tradicional norteña ganó adeptos en los barrios populares de la región y, entre otras cosas, fue también motivo de segregación socioeconómica y cultural, como muestra la cinta.

Ulises, con diecisiete años es el líder de un grupo de jóvenes y niños regiomontanos denominado Terkos, quienes pasan sus días bailando y cantando cumbias colombianas frente a los paisajes de la desigualdad social, tan comunes en México.

 

Las tardes de los Terkos rolando por la colonia se ven oscurecidas por la llegada de otro grupo de jóvenes que, con más recursos, pretenden imponer un orden que no es propio de la realidad del barrio, sino de las organizaciones criminales que poco a poco se van adueñando de todo a su paso.

 

Estos jóvenes nuevos llevan a cabo una purga en el barrio y acaban con todo aquello que representa una amenaza para los planes del narcotráfico, que, como sabemos, terminó por dominar una buena parte del territorio nacional.

 

Es aquí donde la cinta nos remonta al sexenio de la famosa guerra contra el narco, que sumergió al país en uno de los periodos más sanguinarios de la historia contemporánea. No obstante, esta película parece querer mostrarnos que, más allá de las incontables pérdidas humanas y materiales producto de esta guerra, el narcotráfico también logró despedazar la cultura y la identidad de los lugares que arrasó.

 

Después de la amenaza de estos grupos armados, Ulises tiene que dejar de ser quien es en su lugar de origen para ser otro en otro lugar. Con su partida, los Terkos se ven cada vez más arrastrados por la corriente de violencia y desesperanza que trae consigo la desarticulación del barrio a manos del narco.

 

Por otra parte, su estancia fuera del país es un crudo golpe que le repite que allá tampoco no es bienvenido, pues es maltratado constantemente por los mismos mexicanos con los que llega a vivir, quienes se burlan de su peculiar aspecto y reafirman una y otra vez que no hay un lugar para él.

 

El título Ya no estoy aquí, cobra sentido cuando, regresando de su mala experiencia en los Estados Unidos, Ulises llega a casa y se encuentra con un mundo distinto del que dejó, uno en el que los Terkos no existen más y en el que él también debe dejar de existir para asegurar su supervivencia.

 

El regreso de este Ulises, cuya odisea fue forzada por el crimen organizado, enmarca el significado integral de la cinta; es decir, Ulises ya no está aquí porque aunque sí está, ya no puede estar como antes; por lo que deja su vestimenta Kolombia, corta su cabello y busca de esa forma pasar desapercibido ante los ojos de los grupos que han “limpiado” la colonia de cholos y kolombias.

 

La muerte identitaria de Ulises es también la muerte del barrio; así como es también el colapso de una esperanza para jóvenes en busca de su lugar en el mundo, mundo que cambió las cumbias rebajadas por ametralladoras, los sonideros por balaceras y el barrio Kolombia por la nueva plaza del narcotráfico.

 


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